lunes, 30 de junio de 2014

Rafael Lozano: "Alpinismo"


 
Obra de Edgar Degas
Obra de Edgar Degas

 

 

 

Alpinismo

 



Desde que entendí que morir entre tus piernas producía los mismos  efectos positivos que escalar una empinada cima, decidí reconvertirme en un empedernido alpinista del sexo.










jueves, 26 de junio de 2014

Ada Salas: "La casa"



Obra de K. Madison Moore



La casa


La casa que abrigó tu corazón
será una ruina. Furtivos
en la noche
la habéis abandonado.
Oscura en el jardín la tierra removida.
Quise
decir traición

y dije llanto.






lunes, 23 de junio de 2014

Caro Fernández y Leo Mercado: "Machismo"




Obra de Francesco Albani






Machismo



Si hubiese sido Adán el que tentara a Eva a probar la manzana, seguramente permaneceríamos en el paraíso.






jueves, 19 de junio de 2014

Rafael Lozano: "En brazos de ella"




Obra de Edvard Münch




En brazos de ella


Después de tanto pelear y reírme de la muerte,
heme aquí, al final, en brazos de ella.

¡Haz de mí lo que te plazca!












lunes, 16 de junio de 2014

Julio Llamazares: "La lentitud de los bueyes" (15)





Obra de Albert Aublet French







La lentitud de los bueyes



15


Cuando vuelvas a casa, te explicaré el sonido del sol entre los fresnos y el sabor de los panes más antiguos.

Te llevaré en silencio hasta un lugar de brezos.

Te mostraré la gruta helada del deseo donde se esconden treguas verdes y hogueras esparcidas, y tú serás, bajo mi vientre, como sangre mordida.

Entonces, desgranaré en grumos azules el silencio.

Mi voz es vieja (y tú lo sabes) como campana colgada del vacío. Mas no hallará paredes despobladas donde ocultar sus ecos más profundos, ni habrá viñas agraces sembradas en su asombro.

Porque, ya para entonces, la mansedumbre habrá brotado como vinagre vertida sobre el sueño, y no habrá quien reclame los surcos desolados de tu ausencia.

Cuando vuelvas a casa, te explicaré el rumor de las ortigas en la sangre.



("La lentitud de los bueyes", ediciones Hiperión 1988)








viernes, 13 de junio de 2014

Víctor Lorenzo Cinca: "Cacería"




Obra de John Koch






Cacería



Subes un poco la persiana y la luz que entra por las rendijas va moteando la desnudez de tu piel. A los pies de la cama te transformas en guepardo. Oteas la llanura, paciente y tranquila, en busca de un ejemplar joven y vulnerable, y descubres junto a la almohada el ovillo de mi cuerpo. No hay escapatoria. De nada va a servir correr en esta sábana tan extensa. Relampagueas hasta mi cuello y me abates de un mordisco. Puedo ver esas lágrimas de tizne que se deslizan desde tu ojos. Hay quien dice que son para protegerte del sol, aunque yo creo que solo son ruinas de tu maquillaje. Arrastras mi cuerpo hasta un rincón de la cama para evitar que los carroñeros te arrebaten la presa. Resuellas, muerdes, succionas, arrancas, gimes. Aprietas, asfixias, despedazas, tragas. Terminado el festín huyes en busca de un lugar sombrío. La digestión será lenta y pesada. Para ambos.







martes, 10 de junio de 2014

Rafael Lozano: "Aforismos" (2)




Obra de Edvard Munch








 Aforismos (2)
 

  • El blues es la música que creó el hombre negro para adormecer los dolores del alma.
  • Como Norteamérica nos cogía algo lejos, en Andalucía, para ahuyentar la pena, ideamos la Seguiriya y la Soleá, dos tipos de blues con compases arábigos.
  • Queremos cambiar el mundo, cuando somos incapaces de cambiar, siquiera un poco, el que tenemos más cercano.
  • Quizás –en su inconsciencia-, el ser humano sea el animal más irracional que pisa la tierra: es el único capaz de matar sin sentir hambre.
  • La tristeza es una telaraña emocional que coloca la diosa Alegría en nuestras vidas, para que jamás osemos olvidarla. 





jueves, 5 de junio de 2014

Iván Rafael: "Aún hay un muro"




Obra de Bohumil Kubista





Aún hay un muro


Aún hay un muro
cayendo aún.

Y el clamor de los aplausos,
aún,
saliendo de entre los escombros.





domingo, 1 de junio de 2014

Rafael Lozano: "Palabras como pájaros"




 Obra de Jeannette Woitzik



Palabras como pájaros


Las palabras son como pájaros: en cuanto abres las ventanas salen volando. El problema surge después, cuando las necesitas, pues sin ellas, uno es incapaz de articular nada que sea entendible para los demás, y, a veces, corremos el riesgo de ahogarnos. Cuando las palabras faltan, sentimos un gran vacío en nuestro entorno, y, aunque para estar en silencio, para los grandes solitarios, en ocasiones resultan harto incómodas por su negativa a quedarse quietas, las palabras, las malditas y adorables palabras, son insustituibles por nada.
A cierta edad es tanta la acumulación de ausencias que una más, se hace insoportable. Cuando ves que te faltan, que te esquivan, que juguetonas, trastabillan por el corredor o bajan las escaleras a la pata coja, uno no puede evitar sentirse aprensivo ante su distanciamiento. Luego, por las noches, cuando crees firmemente que las sorprenderás dormida junto a la biblioteca, descubres con error que no han venido a dormir y, muerto de celos, la imaginas coquetas en los labios de otro o al borde de la estilográfica de un joven gramático.
Entonces, te derrumbas, estrujas tu espalda contra el viejo respaldo de la butaca, buscando en un vaso de güisqui el consuelo que necesita el alma. Te cuesta aceptar que todo haya acabado, que a partir de hoy el silencio sustituya el retumbar de sus carambolas acrobáticas, y vuelves a rebuscar en los armarios, en las estanterías, pero lo que ves te aterra mucho más que la marcha del día: los libros, los folios antes emborronados, los tarros de cristal, las cajitas de galletas, todo, todo está vacío, ni un garabato siquiera como despedida.
Y el pobre derrotado, el hombre maduro al que todos y todo abandonan, abre la puerta de la casa, respira el frío helado de enero que pasa por delante de su casa y, en un gesto desesperado, mira al cielo raso lleno de estrellas, anhelando que llegue pronto su serpiente y lo lleve a los confines de los planetas, allí -le han dicho- el mundo está lleno de palabras fieles y armoniosas, llenas de luz y coloridos, dispuestas a todas horas -no importa la estación ni el estado de ánimo- a prestarse para lo que uno disponga.
La palabra es un sortilegio, un continuado deseo, un tesoro esquivo, un ardiente amor, un insufrido anhelo, que una vez que ha conseguido penetrar en tu cuerpo, te domina, te amolda, te perfila, haciéndote su más servil esclavo.
Ya no puedes vivir sin palabras, el mundo, sin ellas, resulta confundido y silencioso; sin ellas, ni vivimos ni existimos: ¡estamos tan hechos a ellas!