Paternidad responsable
Era tu padre. Estaba
igual, más joven incluso que antes de su muerte, y te miraba sonriente, parado
al otro lado de la calle, con ese gesto que solía poner cuando eras niño y te
iba a recoger a la salida del colegio cada tarde. Lógicamente, te quedaste
perplejo, incapaz de entender qué sucedía, y no reparaste ni en que el disco se
ponía rojo de repente ni en que derrapaba en la curva un autobús y se iba contra
ti incontrolado. Fue tremendo. Ya en el suelo, inmóvil y medio atragantado de
sangre, volviste de nuevo los ojos hacia él y comprendiste. Era, siempre lo
había sido, un buen padre, y te alegró ver que había venido una vez más a
recogerte.
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