Se sufre porque la vida sin dolor es una desvergüenza, un acto de cobardía que el que esto escribe ni ninguno de sus amigos se permitiría jamás.
Rafael Alcides.
Que yo no sufra este dolor como César Vallejo
no me da tanta pena como que no lo sufra como yo mismo.
Lo sufro como mi otro yo y eso me llena de una doble amargura.
Y si ese otro fuera mi segunda posibilidad
tampoco me dolería tanto,
pero resulta que ese Otro
es en Sí Mismo una voluntad de ser Uno,
y lo que es peor, una voluntad que me obliga
a ser la falsa imagen de su esperanza en el espejo.
no me da tanta pena como que no lo sufra como yo mismo.
Lo sufro como mi otro yo y eso me llena de una doble amargura.
Y si ese otro fuera mi segunda posibilidad
tampoco me dolería tanto,
pero resulta que ese Otro
es en Sí Mismo una voluntad de ser Uno,
y lo que es peor, una voluntad que me obliga
a ser la falsa imagen de su esperanza en el espejo.
Cuando el otro se mira yo lo estoy
engañando,
sin embargo estoy a su servicio.
Entre él y yo hay tanta distancia, como entre yo
y mi deseo de ser Uno.
La vida sin dolor es una desvergüenza, pero si el dolor
no encuentra un cimiento donde pararse a cavilar
es desvergüenza dos veces.
El dolor es como el hombre, si el techo es propio
come hasta llenarse, si es ajeno
come lo que le sirven y espera a llegar al suyo
para servirse él mismo.
No se tema llevar el dolor por ahí con uno,
sentarlo a la mesa y presentarlo a los amigos,
con ternura, con dignidad, como se presenta una novia.
Si no lleva carné no se identifique con el dolor
porque estaría provocando la ira de los dioses
y de los hombres, y la desvergüenza sería infinita.
Y si alguna vez se le ocurre escribir un poema sobre el dolor,
-que por muchos disfraces que le ponga siempre será su dolor-
no se le ocurra escribir otro,
pues no lo sufriría como César Vallejo, ni como usted mismo,
y el primer cuchillo podría cortarle la mano.
sin embargo estoy a su servicio.
Entre él y yo hay tanta distancia, como entre yo
y mi deseo de ser Uno.
La vida sin dolor es una desvergüenza, pero si el dolor
no encuentra un cimiento donde pararse a cavilar
es desvergüenza dos veces.
El dolor es como el hombre, si el techo es propio
come hasta llenarse, si es ajeno
come lo que le sirven y espera a llegar al suyo
para servirse él mismo.
No se tema llevar el dolor por ahí con uno,
sentarlo a la mesa y presentarlo a los amigos,
con ternura, con dignidad, como se presenta una novia.
Si no lleva carné no se identifique con el dolor
porque estaría provocando la ira de los dioses
y de los hombres, y la desvergüenza sería infinita.
Y si alguna vez se le ocurre escribir un poema sobre el dolor,
-que por muchos disfraces que le ponga siempre será su dolor-
no se le ocurra escribir otro,
pues no lo sufriría como César Vallejo, ni como usted mismo,
y el primer cuchillo podría cortarle la mano.
Es complejo de leer esto Manuel, creo que el dolor es inherente al ser humano, y bueno respecto al escribir con dolor o sin dolor, no se que decir.
ResponderEliminarSupongo que cada uno escribe lo que lleva dentro, no sé.
Luego lo leeré otra vez me ha parecido muy complejo de entender. besos, gracias por tu visita y comentario en mi blog.
No entiendo el dolor como una opción en la vida, ni padecerlo ni ejecutarlo. El dolor viene solo, como viene la enfermedad, la guerra o como la muerte. Puedo esperar aún con desvergüenza. Confío en que César Vallejo sabrá comprender.
ResponderEliminarSaludos Manuel.
Mira , yo creo que es mejor tener una sola amargura, que una doble amargura, sin embargo respecto la opción personal que tu elijas, bueno o la que veas que es la que te queda , por que lo pones todo muy negro. Saludos.
ResponderEliminarEn realidad lo mejor es no tener ninguna amargura, ni solitaria ni doble ni nada , ya basta con tener algún dolor por ahí. besos.