La niña fea
La niña
tenía la cara oscura y los ojos como endrinas. La niña llevaba el cabello
partido en dos mechones, trenzados a cada lado de la cara. Todos los días iba a
la escuela, con su cuaderno lleno de letras y la manzana brillante de la
merienda. Pero las niñas de la escuela le decían: “Niña fea”; y no le daban la
mano, ni se querían poner a su lado, ni en la rueda ni en la comba: “Tú vete,
niña fea”. La niña fea se comía su manzana, mirándolas desde lejos, desde las
acacias, junto a los rosales silvestres, las abejas de oro, las hormigas
malignas y la tierra caliente de sol. Allí nadie le decía: “Vete”. Un día, la
tierra le dijo: “Tú tienes mi color”. A la niña le pusieron flores de espino en
la cabeza, flores de trapo y papel rizado en la boca, cintas azules y moradas
en las muñecas. Era muy tarde, y todos dijeron: “Qué bonita es”. Pero ella se
fue a su color caliente, al aroma escondido, al dulce escondite donde se juega
con las sombras alargadas de los árboles, flores no nacidas y semillas de girasol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario