Con la excusa de ir al cajero automático, me hago una escapada de noche, sola y con ropa liviana, a encontrarme con él. Es que lo extraño, lo deseo. Es tan inteligente, suave y servicial, y su posición tan sólida. Es tan reservado y caballero. Nos reconocemos con una contraseña y entonces me da la bienvenida.
El acto furtivo nos provoca avidez. Como debo regresar pronto a servir la cena, no demoramos mucho y casi no hay tiempo para despedidas. Mientras me acomodo el vestido y guardo mis cosas en la cartera, él me recuerda que no olvide retirar mi tarjeta. No bien salgo, cierra la puerta discretamente.
Espero que no haya cogido el resguardo. Puede ser usado como prueba de infidelidad.
ResponderEliminarSaludos Manuel