La lentitud de los bueyes
Nada trasciende la densa mansedumbre de esta tarde.
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Nada trasciende la densa mansedumbre de esta tarde.
Todo está en calma delante de mis ojos: las cigüeñas varadas
sobre el silencio, y los frutales florecidos más allá del tendido del
ferrocarril.
En odres muy antiguos, tan antiguos que ni siquiera el dolor
puede alcanzarles, está guardado el tiempo. Y su costumbre deja posos más
ácidos y azules que el olvido.
Como hierba crecida entre
ruinas, la soledad es su único alimento y, sin embargo, su sustancia es
tan dulce como nata crecida.
Abstenéos, no obstante, de ponerle interrogantes amarillas o
de buscar dioses de trapo allí donde existen solamente aguas absurdas.
De todos es sabido que el tiempo no posee otra grandeza que su propia
mansedumbre.
Precioso.
ResponderEliminarUn texto de ensueño. MAGISTRAL.
ResponderEliminarBesos del alma :)
Me ha gustado mucho, es profundo, y ese final me encanta; pero... yo jamás había visto al tiempo con mansedumbre... Es interesante para reflexionar sobre ello.
ResponderEliminarUn beso.