Verdadera magia
El público contuvo la respiración
cuando el brazo se hundió hasta el codo dentro de la chistera. Los veinte
centímetros de altura de ésta y la mesa de metacrilato no dejaban lugar a
dudas: aquello era magia. Él, el mago, se sorprendía también pero el oficio le
ayudaba a aparentar cierta indiferencia mientras su mano se sumergía más y más
en el novedoso vacío dentro del sombrero. El conejo blanco no aparecía por
ningún lado.
Bajó
más el brazo y el público se mantuvo expectante. Dentro hacía frío pero no
tocaba nada. Inclinado totalmente sobre la chistera, hundido hasta el hombro y
apoyándose con la otra mano para no terminar de caer en aquel absurdo abismo,
seguía intentando resolver el número sacando, no ya el conejo, sino cualquier
cosa que diera fin a aquella accidentada actuación.
Por
fin notó algo al otro lado, caliente y algo sudada, otra mano que entrelazó los
dedos con los suyos. Casi fue un consuelo. Sólo pudo identificar que era una
mano bastante grande y que tiraba con demasiada fuerza hacia el otro lado.
Cuesta trabajo de creer, pero el relato impacta. besos.
ResponderEliminarEscalofriante. ¡Qué bien escrito !!
ResponderEliminarBesos.