Los faros remotos
Te había arrojado al mar; y en
aquella noche de luna, tan propicia para los raudales de lágrimas, te ibas
alejando de la orilla en el féretro en que había escondido tu cuerpo.
Avanzabas lentamente. Con el
reloj en la mano, los minutos que iban tras de ti eran eternos, la medianoche
estaba próxima; y bajo la gruta marina que iba a absorberte, una mortuoria
claridad de basalto acogía el reflejo azulado de tu ataúd.
De pronto, la noche se oscureció
y dejé de verte. Ibas a desaparecer. Entonces, levantando en las tinieblas mi
brazo que oscilaba de delante hacia atrás, a guisa de faro remoto, brilló la
piedra de mi sortija. Y bajo la tempestad que caía sobre nosotros, el fuego
sombrío del rubí atrajo lentamente tu ataúd.
Muy impactante , el rubí. Un beso.
ResponderEliminarTiene el sello inconfundible de Horacio Quiroga y es hermoso . El rubí, un elemento magistralmente empleado.
ResponderEliminarMUCHOS BESOS.