Pintura de Vicente Maeso
Ausencia
La decisión de ocultarle el accidente porque era
muy pequeña para entender la tragedia y asumir la magnitud de la pérdida fue
de su madre, que apostó por ignorar la tozudez de la realidad y así
escamotearle el sufrimiento. Pero los niños siempre distinguen los sentimientos
que se embozan detrás de las palabras.
A pesar de la inocencia de sus cuatro años, durante
el día ella finge que todo es igual que antes; pero por las noches se duerme
con los ojos preñados de lágrimas perennes que nacen de su desconcierto y su
miedo a esas pesadillas que no dejan de asediarla.
Cada noche estoy con ella mientras el sueño vence su
resistencia y espero a su lado hasta que despierta temblando y me llama a
gritos, con un “Papaaaaa” desgarrador. Entonces me acerco a consolarla y le
susurro al oído que no tenga miedo, que todo está bien, que papá ya está aquí
para cuidarla.
Pero la escena se repite una noche tras otra. Aunque
mis palabras parecen tranquilizarla, se estremece, aterrada, cada vez que su
madre se presenta en la habitación y –con un gesto percudido de desconsuelo- le
repite que ya le ha dicho muchas veces que no me llame, que estoy muy
lejos y que no sabe cuándo podré volver.
Muchas gracias por acoger mis letras en tu casa, Manuel. Me siento muy halagado.
ResponderEliminarUn abrazo.