Compresión
Anoche me morí en tus
brazos. Lo hice sin pensar, por cariño, como lo he hecho todo por ti. Pusiste
cara de susto, pero te duró poco tiempo. Después, cuando yo ya había cerrado
los ojos y creías que no te podía ver, te relajaste y sonreíste feliz. Me
abandonaste en el sofá, tal como me había muerto, algo desmadejada. Entonces te
escuché hablar con ella. Tu voz sonaba con un timbre pulido, tan diferente del
que usas conmigo, que parece hecho de productos abrasivos, de los que arañan el
corazón. Te cambiaste de ropa, te perfumaste y saliste de la habitación sin
darme siquiera un triste beso. Esta mañana, he decidido no volver a morirme
nunca más.
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