viernes, 8 de noviembre de 2013

Alonso Ibarrola: "La camarera"









La camarera



Llegó a la gran ciudad y entró a servir en casa de unos respetables señores. Enviaba a sus padres, que vivían allá, en el pueblo, unos modestos giros postales que con los meses fue incrementándolos, gracias a la nueva ocupación que había encontrado como camarera en un lugar que no precisó muy bien en su carta. La alegría y orgullo de los padres por aquella hija tan buena y cariñosa sufrió un rudo golpe cuando recibieron una carta de un tribunal tutelar de menores notificándoles que su hija se hallaba bajo su custodia, tras haber sido detenida en una sala de fiestas, donde, al parecer, prestaba diversos servicios, entre ellos el de camarera. Cuando la enviaron a casa, su padre le propinó una brutal paliza y su madre la insultó y escarneció despiadadamente. Días más tarde desapareció y nunca más supieron de ella. El padre, de vez en cuando, se acercaba por la oficina de Correos, esperando encontrarse con algún giro postal a su nombre: en vano. Que fuera una prostituta era una desgracia, pero que se comportara tan egoístamente con sus pobres padres, no tenía perdón de Dios, repetía el hombre una y otra vez al funcionario que le atendía.
 





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