Jugaban al billar
Jugaban al billar
unos muchachos
estrellando planetas
de colores
sobre el tapete verde
de la nada.
Al coqueto abandono
de tu cuerpo
sobre el viejo diván
de aquel café,
lo traicionó tu
falda,
y vinieron mis ojos a
posarse
-con miedo y con
vergüenza-
al final de los
montes de tus muslos,
donde en ese momento
salía o se ponía un
sol de seda,
un rosicler de
naylon.
Luego, solo en mi
cama,
pensando en el
paisaje,
pasé toda la noche
convulso y deslumbrado,
igual que cuando
niños
mirábamos el sol con
los ojos desnudos.
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