Obra de M. C. Escher
Espiral
Regresé a casa en la madrugada, cayéndome de sueño. Al entrar,
todo obscuro. Para no despertar a nadie avancé de puntillas y llegué a la
escalera de caracol que conducía a mi cuarto. Apenas puse el pie en el primer
escalón dudé de si ésa era mi casa o una casa idéntica a la mía. Y mientras
subía temí que otro muchacho, igual a mí, estuviera durmiendo en mi cuarto y
acaso soñándome en el acto mismo de subir por la escalera de caracol. Di la
última vuelta, abrí la puerta y allí estaba él, o yo, todo iluminado de Luna,
sentado en la cama, con los ojos bien abiertos. Nos quedamos un instante
mirándonos de hito en hito. Nos sonreímos. Sentí que la sonrisa de él era la
que también me pesaba en la boca: como en un espejo, uno de los dos era falaz.
«¿Quién sueña con quién?», exclamó uno de nosotros, o quizá ambos
simultáneamente. En ese momento oímos ruidos de pasos en la escalera de
caracol: de un salto nos metimos uno en otro y así fundidos nos pusimos a soñar
al que venía subiendo, que era yo otra vez.
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