La lentitud de los bueyes
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De vez en vez, la tristeza.
No esa tristeza dulce y húmeda que empaña los cristales en
las tardes de invierno.
Me refiero a la tristeza que amarga en la lengua. Hablo de
la tristeza que madura lentamente en el panal del corazón.
De pronto nos inunda como luz de un farol negro. Como el
ladrón que nos aborda en un recodo del camino.
Amarga por lo antigua y por lo intensa. Quema como resina
vertida en el dolor.
Es la tristeza que queda como poso del olvido.
("La lentitud de los bueyes", Ediciones Hiperión, 1988)
Sí que quema , un beso,
ResponderEliminarHermoso poema para compartir, Gracias.