sábado, 25 de mayo de 2013

Carmela Greciet: "Niña ucraniana"










Niña ucraniana



Mi madre se entretuvo con el móvil en el momento en que íbamos a entrar en el ascensor para bajar al parque y no pudo evitar quedarse paralizada en el rellano cuando las puertas se cerraron conmigo dentro.
Aparecí unos pisos más arriba, donde me esperaba una señora a la que nunca antes había visto y que me gritaba enfadada en –luego lo supe- lengua ucraniana. Con el vértigo de mi primer viaje en solitario, no tuve fuerzas para llevarle la contraria e hice lo que sus gestos, con el lenguaje universal de las madres, me indicaban: “Entra pa casa”.
Aunque al principio pensé en zafarme escaleras abajo, mi orgullo herido, al ver que pasaban los días y ella no subía a buscarme, me retuvo como revancha. Además, enseguida empecé a cogerle gusto al borsh, a los galushki, a los trocitos de salo, al kulich, a la dulce zapecanca y a tener un hermano –yo siempre había querido tener un hermano-, así que decidí quedarme.
Ahora estudio en una escuela pública, donde me dan clase de español cinco horas por semana. Como no hablo, mi tutora tranquiliza a los otros profesores: Es que está en el período silencioso, pero ya veréis cuando arranque, que estos del Este son muy disciplinados... Todos creen que soy muy alta, pero es que me han escolarizado dos cursos por debajo.
Los compañeros me gritan en el patio:
- ¡NiñaU-crania, NiñaU-crania!...
Han pasado ya unas cuantas semanas y hoy por primera vez me la he cruzado. Salía del portal cuando yo entraba con mi hermano. Iba radiante, de la mano de un nuevo novio, y al verme, ha dado un gritito:
- ¡Uy, qué niña tan mona…, y cómo crece!...
Y luego, por lo bajini, le ha explicado:
- Son los del 5º…, de los de Ucrania.










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