Un crimen
Bajo la luz del flexo la mosca se quedó quieta.
Alargué con cuidado el dedo índice de la mano derecha.
Poco antes de aplastarla se oyó un grito, después el golpe de un cuerpo que caía.
Enseguida llamaron a la puerta de mi habitación.
—La he matado —dijo mi vecino.
—Yo también —musité para mí sin comprenderle.
Lo siento pero esta poesía me hizo sonreir.
ResponderEliminarAunque sea un asesinato, no hay nada mejor que matar a las moscas esas cojoneras...
Besos.
Reflexiva entrada, saludos.
Da igual lo que piensen los vecinos. Saludos.