De repente la costumbre de vivir
De repente la costumbre de vivir
nos resultó dolorosa.
Con el vértigo en las venas intuimos
el absurdo de nuestra finitud
y de la mecánica
(dormir, comer, trabajar
dormir, comer, trabajar,
morir cada día).
Comprendimos
que jugar a ignorar el tiempo
apenas logra silenciar un rato
los labios de la herida abierta
que supone seguir vivos.
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