Llenad los cuencos
Llenad los cuencos de silencio,
de palabras,
pero nunca de obediencia.
Dejad que la obediencia se desangre en la boca
de quienes administran nuestra derrota
cada mil cuatrocientos sesenta y un días.
Y que se ahoguen todos,
los azules violentos, las rosas adulteradas,
los sindicatos con biodramina en vena,
los mercenarios de la solidaridad y sus bondades bélicas.
Que se ahoguen en su basura
de leyes tóxicas,
en sus mentiras de samaritanos yonquis del poder.
Llenad los cuencos y los días
con minutos y explosivos
y hacedlos estallar cuando os ofrezcan sus calendarios
llenos de trampas, pobreza y azufre.
Pero después,
vestíos con las mejores flores,
con las mejores palabras,
con la mejor música
y celebrad el final de los días errados,
el cese del dolor gobernado con azúcar y sangre.
Y cuando llegue la noche,
repletos los cuencos de risas y de bosques,
volved a empezar
como si nada terrible hubiera
ocurrido sobre la tierra.
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