Pintura: George Grosz
No hay profundidad, la vida es esto. La vida
es una máquina engrasada, el rodar silencioso de los días, el sol como una
rueda que va lenta, las mañanas con diarios y muchachas, las tardes con otoños
en racimo, las noches como un río que se desborda, pacífico y lustral, de cauce
hondo.
No hay complicación, la vida es esto. El pan de cada día,
tan monótono, comer monotonía de vez en cuando, cenar una manzana
newtoniana, muy moderadamente newtoniana, soñar una mujer como una gran ave, no
llevar nada suelto en los bolsillos, escribir un artículo diario, leer aquellos
libros ya invernales donde me hice escritor plagiando imágenes. Y poco más.
Los sacerdotes verdes y los sabios, Kant y San Agustín, toda esa gente,
quieren que nos sintamos importantes, nos pasean por el cielo y por la tierra,
nos abruman de dioses y pecados, nació la trascendencia en una iglesia como
útil derivado del poema. (Toda la religión no es sino poesía aplicada, truco,
trampa.) Y el filósofo ateo y la mujer doliente quieren que nos sintamos
infinitos, el cielo tan sencillo de esta tarde, con hojas de moneda y luz de
enfermo, nos lo quieren cambiar por otro cielo retórico de arpas y profetas.
Mas no hay profundidad, la vida es esto, un continuo presente y la
salud. ¿Animales de fondo? Juan Ramón iba a Dios y ganó el Nobel. Del Nobel no
se pasa, sin el Nobel se pasa, ahora hace fresco.
¿Animales de fondo? Somos la superficie de un planeta que rueda
cotidiano, algo vulgar, somos anticipado cementerio, ni siquiera hay dolor
entre nosotros, ni siquiera la pena puebla el campo. Gente de superficie, buena
gente, patata y pimentón es mi merienda, patata y pimentón mi eternidad.
(de "Un ser de lejaanías", Ed. Planeta, 2001)