LOS JADEOS DE LELIA
“Y ningún hombre hay para lo
que espero”.
María
Callas
De quién es, de quién esa
serpiente
que por mi espalda sube,
de quién los dedos
que geométricos hilan jardines en
mi piel.
Tus dedos... Oh, tus dedos
-de libélulas, enjambres por mi
falda-
hasta que palidezcan sean
mordidos;
tu sabor en mi boca se aventure
y en mi lengua se asiente.
Tus dedos... Oh, tus dedos
-de mis collares cómplices-
finjan en mi garganta asesinatos;
mi pelo, con su lluvia
madreselva,
gozoso, de fragancia, los
salpique.
Oh, tus dedos, corpúsculos
rosados,
poros estremecidos, dime dónde,
dónde el helecho enreda su
voluta,
en qué raro lugar acecha la respuesta
de mi sangre sellada.
Soy sauce agazapado, con las
rodillas tensas,
con las manos crispándose en mis
muslos,
intacto el rostro, el labio, mis
ojos descifrando
del cielo los relieves, las
estrellas.
Tus dedos... Oh, tus dedos,
falta una mariposa, un quemante
aleteo
emboscado en mi piel, élitros
faltan.
Rebusco en mi joyero los ojos
extraviados
y aliento cimbreante, y la
adiestrada mueca
de ansiedad, y escondiendo mi hastío,
mi fracaso, acreciento tu triunfo.
De quién es, de quién esa
serpiente
que sube por mi espalda...
...acaso tu lengua.
(De “Indicios vehementes”,
Ediciones Hiperión, 1990)