ITACA
Cuando emprendas el viaje a Itaca
pide
que el camino sea largo,
lleno
de aventuras, lleno de experiencias.
No
temas a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni
al colérico Posidón,
seres
tales jamás hallarás en tu camino,
si
tu pensar es elevado, si selecta
es
la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni
a los lestrigones ni a los cíclopes
ni
al salvaje Posidón encontrarás,
si
no los llevas dentro de tu alma,
si
no los yergue tu alma ante ti.
Pide
que el camino sea largo.
Que
sean muchas las mañanas de verano
en
que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a
puertos antes nunca vistos.
Detente
en los emporios de Fenicia
y
hazte con hermosas mercancías,
nácar
y coral, ámbar y ébano
y
toda suerte de perfumes voluptuosos,
cuantos
más abundantes perfumes voluptuosos puedas.
V
e a muchas ciudades egipcias
a
aprender, a aprender de sus sabios.
Ten
siempre a Itaca en tu pensamiento.
Tu
llegada allí es tu destino.
Mas
no apresures nunca el viaje.
Mejor
que dure muchos años
y
atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido
de cuanto ganaste en el camino
sin
aguardar a que Itaca te enriquezca.
Itaca
te brindó tan hermoso viaje.
Sin
ella no habrías emprendido el camino.
Pero
no tiene ya nada que darte.
Aunque
la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así,
sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás
ya qué significan las Itacas.
(De “Poesía
completa”, Alianza Editorial, 1991)