Jueves 21 de febrero
Esta tarde, cuando venía de la oficina, un borracho me
detuvo en la calle. No protestó contra el gobierno, ni dijo que él y yo éramos
hermanos, ni tocó ninguno de los innumerables temas de la beodez universal. Era
un borracho extraño, con una luz especial en los ojos. Me tomó de un brazo y
dijo, casi apoyándose en mí: “¿Sabés lo que te pasa? Que no vas a ninguna parte”.
Otro tipo que pasó en ese instante me miró con guiño de solemnidad. Pero ya
hace cuatro horas que estoy intranquilo, como si realmente no fuera a ninguna
parte y sólo ahora me hubiese enterado.
(De "La tregua", Alianza Editorial, 2009)