Ninguna mujer ha podido desnudarme
Ninguna mujer
ha podido desnudarme,
revelarme,
rodearme,
envolverme.
Esta voz llega de un rincón perdido,
se abren por sí solos los botones de mi
túnica,
mi piel se estremece,
se desmoronan ciudades
construidas sobre mi piel,
mi cuerpo se desvanece
en una aureola de polvo.
Descorro las cortinas,
desconecto el teléfono,
me tumbo en el suelo de mi cuarto,
la gente huye de mi cuerpo en una polvareda,
en calzoncillos,
en camiseta,
sin ropa.
Mi piel se agrieta,
mi cuerpo arroja tinajas antiguas,
esqueletos de mujeres enterradas en mí,
regalos de cumpleaños, cartas, fotos,
la voz se filtra en las grietas de mi piel,
las paredes de la habitación rezuman,
el techo gotea, y el timbre de la puerta está
mojado.
Abro, la escalera
está mojada.
Tus zapatos, mojados: Tu voz está mojada,
abres la ventana y barres los pedazos de
palabras,
beso a beso
sanas las grietas de mi cuerpo,
me cobijas en tu seno
y mi voz se alza desde un rincón perdido,
no tiemblo.
Es de noche,
no estás en casa,
las estrellas son de polvo,
mi desnudez es polvo,
toda la noche
mi casa
se oscurece,
se ilumina.