miércoles, 26 de octubre de 2016

Ana Rossetti: "Los jadeos de Lelia"











LOS JADEOS DE LELIA



                           “Y ningún hombre hay para lo
                                         que espero”.

                                                                       María Callas



De quién es, de quién esa serpiente
que por mi espalda sube,
de quién los dedos
que geométricos hilan jardines en mi piel.
Tus dedos... Oh, tus dedos
-de libélulas, enjambres por mi falda-
hasta que palidezcan sean mordidos;
tu sabor en mi boca se aventure
y en mi lengua se asiente.
Tus dedos... Oh, tus dedos
-de mis collares cómplices-
finjan en mi garganta asesinatos;
mi pelo, con su lluvia madreselva,
gozoso, de fragancia, los salpique.
Oh, tus dedos, corpúsculos rosados,
poros estremecidos, dime dónde,
dónde el helecho enreda su voluta,
en qué raro lugar acecha la respuesta
de mi sangre sellada.
Soy sauce agazapado, con las rodillas tensas,
con las manos crispándose en mis muslos,
intacto el rostro, el labio, mis ojos descifrando
del cielo los relieves, las estrellas.
Tus dedos... Oh, tus dedos,
falta una mariposa, un quemante aleteo
emboscado en mi piel, élitros faltan.
Rebusco en mi joyero los ojos extraviados
y aliento cimbreante, y la adiestrada mueca
de ansiedad, y escondiendo mi hastío,
mi fracaso, acreciento tu triunfo.
De quién es, de quién esa serpiente
que sube por mi espalda...
                                         ...acaso tu lengua.






(De “Indicios vehementes”, Ediciones Hiperión, 1990)















 

martes, 25 de octubre de 2016

Antonio Machado: "Proverbios y Cantares"










PROVERBIOS Y CANTARES



                    VI

De lo que llaman los hombres
virtud, justicia y bondad,
una mitad es envidia,
y la otra no es caridad.


                    XXI

Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.


                     XXIV

De diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.






(De Poesías, Editorial Plenitud, 1967)












lunes, 24 de octubre de 2016

Manuel Rivas: "El ejército del bosque"











 EL EJÉRCITO DEL BOSQUE



Préstame, lluvia, tus palabras
y tú, viento, las ideas tan largas.
Déjame tu rezo breve, río,
y tú, nieve, la corteza del abedul.
Descansa al norte, crepúsculo de musgo.
Pisadas.
Quiebra el mundo como ala de garza.
Socórreme, relámpago.
Ponte a mano, verde espada.
Cúbreme, niebla.

Guardémonos. Viene gente.





(De El pueblo de la noche, Alfaguara, 1997)











jueves, 20 de octubre de 2016

Ana Rossetti: "El jardín de tus delicias"












EL JARDÍN DE TUS DELICIAS



Flores, pedazos de tu cuerpo;
me reclamo su savia.
Aprieto entre mis labios
la lacerante verga del gladiolo.
Cosería limones a tu torso,
sus durísimas puntas en mis dedos
como altos pezones de muchacha.
Ya conoce mi lengua las más suaves estrías de tu oreja,
y es una caracola.
Ella sabe a tu leche adolescente.
y huele a tus muslos.
En mis muslos contengo los pétalos mojados
de las flores. Son flores pedazos de tu cuerpo.






(De “Indicios vehementes, Ediciones Hiperión, 1990)
















miércoles, 19 de octubre de 2016

Manuel Rivas: "Mil"










MIL



Tengo algo importante que decir
ahora que acabamos de despedirnos
para siempre.
Te quiero.
Clávame las uñas,
pero has de saber que también fui sincero
las otras mil veces.





(De El pueblo de la noche, Alfaguara, 1997)










martes, 18 de octubre de 2016

Antonio Machado: "Los sueños malos"














LOS SUEÑOS MALOS




Está la plaza sombría;
muere el día.
Suenan lejos las campanas.

De balcones y ventanas
se iluminan las vidrieras,
con reflejos mortecinos,
como huesos blanquecinos
y borrosas calaveras.

En toda la tarde brilla
una luz de pesadilla.
Está el sol en el ocaso.
Suena el eco de mi paso.
-¿Eres tú? Ya te esperaba...
-No eras tú a quien yo buscaba.






(De “Poesías”, Editorial Plenitud, 1967)








lunes, 17 de octubre de 2016

Bob Dylan: "Tomorrow is a long time"












TOMORROW IS A LONG TIME



 Si el día de hoy no fuera un camino sin final;
si esta noche no fuera una senda quebrada;
si mañana no fuera demasiado tarde,
la soledad no significaría nada para ti.

No puedo ver el reflejo de mi imagen en las aguas;
no puedo musitar aquello que no exprese dolor;
no puedo oír el eco de mis pasos,
ni recordar el sonido de mi propio nombre.

Es bello el río plateado, rumoroso;
es bello el amanecer celeste;
pero ni esto, ni nada, puede igualar la belleza
que recuerdo en los ojos de mi amor verdadero.

Sí, y sólo si mi amor me aguardar
y pudiera escuchar el suave ritmo de su corazón;
sólo si ella descansara conmigo,
descansaría yo sobre mi lecho de nuevo.







(De “Canciones”, Visor, 1971)













jueves, 13 de octubre de 2016

Ana Rossetti: "De los pubis angélicos"















DE LOS PUBIS ANGÉLICOS


                                    A mi adorada Bibí Andersen



Divagar
por la doble avenida de tus piernas,
recorrer la ardiente miel pulida,
demorarme, y en el promiscuo borde,
donde el enigma embosca su portento,
contenerme.
El dedo titubea, no se atreve,
la tan frágil censura traspasando
-adherido triángulo que el elástico alisa-
a saber qué le aguarda.
A comprobar, por fin, el sexo de los ángeles.






(De “Devocionario”, Plaza y Janés Editores, 1997)












miércoles, 12 de octubre de 2016

Augusto Roa Bastos: "Silenciario"



12 de octubre: este no es mi día







SILENCIARIO




a la sombra del silencio
se oye el susurro de los orígenes
la curvatura del anhelo


como el sonido del humo
se oye en la neblina
la gárrula mudez de los muertos


retornan sin ruido los ausentes
doblan la esquina de los vientos
aparecen cubiertos de polvo


con la potencia de la hierba
crecen bajo el suelo de piedra
bajo suelas de piedra










(De "Augusto Roa Bastos, Poesía",  Editorial Colihue,  1999).











martes, 11 de octubre de 2016

Manuel Fernádez-Vaca: "De edad humano (8)"











DE EDAD HUMANO (8)



Y el hOmbRe aprende
la ciencia de frenar a los caballos,
de domar el avance de la espiga,
de enjaular la canción de los jilgueros
y de arrancar las amarillas flores
que mueve el viento sobre los tejados.

Hay que domesticar a las palmeras,
recortarles las alas a todas las palomas,
educar el piar de los gorriones,
desnudar a la oveja,
arrancarle el marfil al elefante,
poner en línea el arco iris
y enseñarle silencio a los arroyos.

Aprende el HombrE a ser
civilizado:
a siempre caminar por la derecha
aunque sea más hermosa la acera de enfrente;
a no poner sobre el mantel los codos;
a asesinar a diario su alegría
para que no se turbe
la sensatez urbana.

El Hombre siente dentro
un río encabritado,
una dulce tormenta
soñadora de alas extendidas
en desplegada libertad cantora.

Quiere subir cantando a las palmeras
y columpiarse en su collar de dátiles;
caminar por el campo
bajo las dulces lluvias de septiembre;
desenjaular el trino de las aves;
tirar por la ventana
como un vuelo de pájaros
los libros y cuadernos de la escuela;
correr por el monte
detrás del cigarrón
y la alegranza;
bañarse en cueros
en el cristal del río;
robar almendras
y apedrear cristales;
llamar al aldabón
o al timbre de las puertas;
pescar en los estanques
de los parques prohibidos;
bajar las escaleras
montando al tobogán de las barandas...

Quiere el hombRE
que sea domingo siempre
y feria todo el año.
Que nada esté prohibido:
ni el ir en bicicleta a contraflecha,
ni aplastar la nariz en los cristales,
ni morderse las uñas,
ni reírse como un chorro de agua.

Pero el padre del hOmBre,
el maestro del hOmbRe,
el confesor del HombrE,
la niñera del HombE,
el guardia del barrio del hoMbrE,
las sombras que amargan la risa del hoMBre,
cruzan la calle oscuros,
embozados
bajo sus capas negras,
como nacidos del horror de un pozo.

Y el hOmBrE llora
con un pájaro herido
entre las manos
y con la risa rota
por la mordaza
de un asfixiante miedo.
El hOMbre llora
porque le han convertido la conciencia
en un gusano cruel que sin cesar remuerde
en sus adentros.

El hoMbRE sabe ya
lo importante que es ser
civilizado:
saber que es pecado
cantar en la playa
y que de bien nacidos
ir a diario a la escuela
para aprender a nadar
cívicamente;
para aprender
a llorar de amargura
con estilo,
sin desgarradas lágrimas;
con toda urbanidad,
como deben sufrir los hombres educados. 





 (De "De edad humano", El toro de barro, 1970)