martes, 7 de mayo de 2013

Oscar Wilde: "El discípulo"










 El discípulo




Cuando murió Narciso, el remanso de su placer se trocó de una copa de aguas dulces en una copa de lágrimas saladas, y llegaron llorando a través de los bosques las ninfas de las montañas, las oréades, para consolar al remanso con su canto.
Y cuando vieron que el remanso se había trocado de una copa de aguas dulces en una copa de lágrimas saladas, soltaron las verdes trenzas de sus cabellos y gritando al remanso le dijeron:
-No nos sorprende que hagas un duelo tal por Narciso, tan hermoso como era.
-¿Era hermoso Narciso? –dijo el remanso.
-¿Quién había de saberlo mejor que tú? –respondieron las ninfas- A nosotras siempre nos desdeñaba, pero a ti te cortejaba, y solía recostarse en tus orillas e inclinarse a mirarte, y en el espejo de tus aguas reflejaba gustoso su belleza.
Y el remanso respondió:
-Pero yo amaba a Narciso porque, cuando recostado en mis orillas se inclinaba a mirarme, en el espejo de sus ojos veía mí propia belleza reflejada.







1 comentario:

  1. Es muy linda la leyenda de Narciso. Lástima que anden por el mundo tantos narcisisistas que sólo saben mirarse el ombligo.

    Muchos besos soleados. :)

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