Obra de John Koch
Cacería
Subes un poco la persiana y la luz que entra por las rendijas va moteando la
desnudez de tu piel. A los pies de la cama te transformas en guepardo. Oteas la
llanura, paciente y tranquila, en busca de un ejemplar joven y vulnerable, y
descubres junto a la almohada el ovillo de mi cuerpo. No hay escapatoria. De
nada va a servir correr en esta sábana tan extensa. Relampagueas hasta mi
cuello y me abates de un mordisco. Puedo ver esas lágrimas de tizne que se
deslizan desde tu ojos. Hay quien dice que son para protegerte del sol, aunque
yo creo que solo son ruinas de tu maquillaje. Arrastras mi cuerpo hasta un
rincón de la cama para evitar que los carroñeros te arrebaten la presa.
Resuellas, muerdes, succionas, arrancas, gimes. Aprietas, asfixias, despedazas,
tragas. Terminado el festín huyes en busca de un lugar sombrío. La digestión
será lenta y pesada. Para ambos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario