miércoles, 21 de octubre de 2015

Eduardo Jordá: "Últimos días"













ÚLTIMOS DÍAS




Le quedaban seis meses, le dijeron.
Ella dijo que sí. Siempre decía que sí.
Dijo que sí a un hombre indiferente.
Dijo que sí a una vida aburrida.
Dijo que sí a la plancha, a la carcoma,
al sillón desfondado, a la indolencia.
No pidió nada a nadie, nunca ambicionó nada
que no fuera sencillo, bueno o fácil.
Y aquel día cerró los ojos y dijo sí,
sí, a todos nos va a llegar la hora.

Volvió a leer sus libros más queridos.
Dijo adiós a las calles más queridas.
Visitó a dos amigas, comió sola
en los pocos lugares que quedaban
de su desvanecida juventud.
Caminó y caminó. Compró un jilguero
y lo soltó en seguida. Compró flores.
Se empeñó en despedirse de una  monja
-tía suya- que había olvidado ya quién era.
Voló en avión, comió bombones, fue sola al cine.

Y un día conoció a un hombre bueno,
y aquel hombre le dijo que la amaba.
La ciudad, de repente, se volvió luminosa,
amplia, alegre. Dos niños corrían a su lado.
Todo era limpio y sencillo, los días
no terminaban nunca. Bailó, escuchó a los músicos
que endulzaban las noches de verano,
volvió a ver a su madre, paseó
con quien ya no sabía que vivía.
Y fue tan feliz que pidió perdón
a todos, y lloró y bailó y recorrió de nuevo
las calles rebosantes de flores y de pájaros.
Y luego llegó el fin. Pero fue fácil
porque sólo cerró los ojos, vio
agua y nubes, y oyó risas de niños.

“Si cada día puede ser el último,
el último tendrá todos los días”,
dijo el Gran Comoquiera que se Llame
antes de hacer real lo que he contado.







(De “Pero sucede”, Editorial Renacimiento, 2010)








 



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