Elegía
Cuando murió,
durante muchos días supe que sería suficiente con marcar su número para que ella
misma me hablase de las excelencias del tiempo y de algunas noticias íntimas
(estaba seguro que evitaría tratar de su propia muerte). Sin embargo,
desconociendo yo la estética de los muertos, y el placer de sus conversaciones,
me limitaba a apoyar la cabeza en el teléfono, y, sin descolgarlo, lloraba
recordando su voz.
Cuando murió Almudena Guzmán
ResponderEliminarTu comentario es escueto y un tanto confuso, creo que, por el bien de todos nosotros, deberías ampliarlo.
EliminarUn saludo.