LA LLAMADA DE LA SELVA
Siempre
fue la tristeza
un
dócil animal de compañía
con
el que yo he jugado algunas tardes.
Sin
apretar los dientes me tiraba del brazo,
paseaba
conmigo, se sentaba a mis pies
en
los fríos inviernos.
En
los días aciagos, por probar su obediencia,
le
lanzaba mi alma, y ella me la traía
dulcemente
empapada en su alimento doméstico.
Siempre
fue la tristeza
un
dócil animal de compañía,
que
hace tiempo ha adoptado
esta
fea costumbre de morder a su amo.
(De “La plata de los días), Visor Poesía,
1996)
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