SENSACIÓN DE LA NADA
Tiene, después de todo, algo de
dulce
caer tan bajo: en la pureza
metafísica, en la luz
sublime de la nada.
En el vacío cúbico, en el número
de fuego. Es la hoguera
que arde inanidad. En el centro
no sopla viento alguno. Es fuego
puro, nada pura. No habiendo fe
no hay extensión. La reducción
del orbe a un punto, a
una cifra que sufre.
Porque es horrendo un padecer
simbólico
sin la materia errátil que lo
encarna.
Es la inmovilidad del sufrimiento
en sí... Como la noche
que nunca
amaneciese.
(De
“Selección de mis versos”, Ediciones Cátedra, 1990)
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