ATARDECER
Yo
quise de las tardes su decaer dorado
y su
brisa marina en una copa de ámbar,
y
ver, en la tranquila soledad de mi casa,
los
últimos destellos de la luz de un libro.
No
quise tardes tristes, pero lo son ahora.
Antes,
tras el ocaso, la noche me invitaba
a
aventuras triviales de final inocente
y
llegaba un mañana distinto cada día.
Ahora,
tras la noche, ¿qué me espera mañana?
¿qué
noticia pudiera del sueño rescatarme
para
otro sueño claro que viviera despierto?
(De “Las tardes”, Editorial Renacimiento,
1988)
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