EL APRENDIZ DE FAQUIR
Ha oscurecido en esta habitación
donde paso mis tardes
contemplando la tarde, procurando
atender los caprichos del dolor,
construyendo con él una cama de
espinas
donde adapto mi espalda
como un joven faquir que va
aprendiendo
a gozar con el daño.
Porque es el dolor una emoción,
como lo es la alegría y, si sabe
cuidarse,
nos ofrece otro fruto de sabor
muy intenso:
esa extraña limosna de placer
que se oculta en la pena.
(De
“La plata de los días”, Visor Libros, 1996)
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